Parece fácil escribir sobre alguien a
quien admiras. Debería serlo ya que conoces más a fondo su obra, su
vida, los detalles del mapa geográfico-psicológico que has trazado
en tu cabeza y que hacen de esta persona alguien más humano,
cercano, lejos del mito. Al menos eso es lo que me ocurre a mí con
José, pero al contrario de lo que pensé en un primer momento, este
artículo se ha convertido en un auténtico reto: ¿cómo transmitir
la fascinación sin caer en la repetición, en la pesadez, en lo
obvio? ¿Cómo escribir sobre alguien del que han escrito, aún poco
pero muy bien, expertos como Bonet o Erice?
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José Val del Omar, Diakina de la serie
Maniquíes, ca. 1977-1982. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
© Archivo María José Val del Omar & Gonzalo Sáenz de Buruaga
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Del vértigo también se aprende y,
después de darle muchas vueltas, dedicí que el talento de Val del
Omar fue tan enorme y notable que me será imposible dibujarlo, así
que solo puedo dar razones por las que el cinemista me fascina y
fascina a todos aquellos que llegan a conocer su obra. Son las
siguientes:
1. "No estoy. Me desvivo y soy".
Hay personas con una imaginación
desbordante, visionaria y de generosidad inmensa. Val del Omar fue
exactamente este tipo de persona. Un hombre capaz de hacer magia. Su
tenacidad y su fe ciega en lo que hacía, en lo que quería
transmitir a los demás, hicieron de su vida una eterna búsqueda que
encontró en lo artístico su válvula de escape.
Nacido en Granada 1904, en los años 20
viajó a Francia, dejando que calaran en su imaginario las corrientes
artísticas que, en ese momento de ebullición total, se estaban
dando en el país vecino. Su capacidad creadora se deja ver en esta
temprana madurez pues a sus 25 años ya está metido de lleno en su
experimentación artística/cinematográfica. Es en este momento
cuando lanza sus primeros inventos: la “óptica temporal de ángulo
variable”, que unos 30 años más tarde conoceremos con el nombre
de "zoom"; la "pantalla cóncava apanorámica",
sistema de proyección que desborda la pantalla; y el "cine
relieve", que más tarde llamaría "tactilvisión", y
que es un recurso técnico que utiliza luz pulsada para dar relieve a
los objetos filmados.
Durante toda su vida, Val del Omar va a
inventar recursos técnicos, no solamente en el plano de lo visual,
también en lo sonoro, que tienen una finalidad clara: no es la
experimentación formal en sí misma lo que le interesa, es por ello
que algunos de los expertos que han escrito e investigado sobre él
quieren quitarle la etiqueta de "cine experimental"; su
máximo interés es poner la técnica al servicio de su misión
cinemista (cineasta+alquimista). Porque su cine es un arte total,
concepto que desde las óperas de Wagner se ha venido planteando en
diversas corrientes artísticas, y que muy en la línea de éste,
podría ser la más elevada y compleja forma de expresión de
instintos y sentimientos, que combina diversos medios que apelan a
todos, o la mayoría, de los sentidos.
Su cine pretendía ser una obra
inmersiva, anticipándose quizá a la realidad virtual. Un cine que
habla de tú a tú con el espectador (al que se dirige como prójimo),
porque reclama la atención de los instintos, convirtiéndolo así,
en universal. Un cine capaz de hacernos ver lo verdadero y auténtico
de aquello que nos rodea, donde las caras o las esculturas dejan de
serlo para ser idea, elemento, esencia.Val del Omar es un místico
fuera de lugar. Un místico no religioso, sino poético, que en la
complejidad de su obra quería reflejar lo esencial, lo inmenso, lo
sublime, conceptos todos que danzan en conjunción con el universo y
con cada uno de nosotros.
2. “Yo quería fugarme del negro de
los libros. Quería irme hacia la imagen luminosa. Como las mariposas
son atraídas por la luz”.
Durante los años 30, José se unió a
las Misiones Pedagógicas. Proyecto puesto en marcha por la Segunda
República que viajó a lo largo y ancho de la península a modo de
"escuela ambulante". Los misioneros, personajes relevantes
de la cultura del momento como Cernuda, María Zambrano, Federico
García Lorca, con el que sostuvo una gran amistad, llevaron a los
pueblos y aldeas del país libros, películas, obras de teatro y
actividades culturales con la intención de democratizar la cultura y
hacerla llegar al pueblo más arraigado a la tierra, empobrecido y
apartado de los centros donde se gestaba la cultura del momento.
Durante los años en los que participó,
del 1932 a 1937, su principal función fue la de proyeccionista,
actividad de la que dejó constancia en un gran número de
fotografías. Las caras de esas personas, de los niños sobre todo,
de alegría, descubrimiento, asombro, le convencieron definitivamente
del verdadero poder del cine. Es más, llegó a considerarlo el
último y revolucionario dispositivo pedagógico, democrático y
esencial. En una conferencia dirigida en 1932 a los maestros de la
Institución libre de enseñanza, decía:
"¿Se puede librar al educando de
la educación consciente? ¿Se pueden distinguir, armonizar, las
actividades perceptivas y aperceptivas? ¿Puede el maestro colaborar
en la formación de la criatura sin aprisionar sus impulsos entre
símbolos y normas, sin matar su conciencia creadora? ¿Se puede
poner en marcha a cada uno en su camino? ¿Es posible educar el
instinto? ¿Se puede uno comunicar con el ser humano por un conducto
que escape a la revisión de nuestra conciencia? Maestros,
educadores, yo creo que sí, yo afirmo que sí, yo os aseguro que las
máquinas que responden a un principio de automatismo, a un principio
de economía en nuestro aparato psíquico han obrado el milagro. Y os
digo más; yo que conozco esas máquinas he de ponerlas en práctica
de este alto servicio."
Es pues el cine, que solo existe a
través del uso de esas máquinas que él tan bien conoce o inventa,
la gran revolución para la educación y para la vida. En este
periodo que acabó bruscamente con el inicio de la Guerra Civil,
filmó más de cuarenta documentales de los que poco se conserva hoy
en día.
3. "La técnica no es ajena a la
creación poética y debe ser plenamente dominada para que germinen y
florezcan las ideas. la técnica es una cristalización que debe ser
fiel a la estructura de la sustancia."
Los inventos de Val del Omar se
desarrollaron en diversos campos: aparatos electrónicos para la
proyección o el rodaje, metrajes, sonido, iluminación, e incluso un
vocabulario propio inventado para dar sentido y coherencia a toda su
creación. Estas nuevas palabras ideadas por él, normalmente creadas
a partir de la conjunción de dos palabras ya existentes como
mecamística (mecánica+mística) o aprojimarse
(aproximarse+prójimo); neologismos como cinegrafías para referirse
a sus documentales; o palabras ya existentes a las que dará un nuevo
significado como "elementales" para nombrar el género de
sus películas, nos revelan una concepción idealista del cine, que
es el medio más indicado para llegar a lo inefable.
En cuanto a los inventos técnicos
además de los ya señalados anteriormente, hay que pararse en sus
aportaciones en el campo del sonido. En los años de dictadura, en
los que frenó su actividad como cineasta y trabajó al servicio del
régimen (Unión Radio de Madrid o Radio Mediterráneo en Valencia),
desarrollaría uno de sus más significativos inventos: la diafonía,
que consistía en la colocación de dos fuentes de sonido en la sala
de proyección, una delante sobre la pantalla por el que se
escucharía el sonido "objetivo" del film, y otra a
espaldas de los espectadores, desde el que se escucharían los
sonidos "subjetivos" (ruidos, efectos, etc) de la
cinegrafía, y que chocarían en el patio de butacas consiguiendo,
junto con las imágenes desbordadas, un verdadero efecto envolvente.
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José Val del Omar, Laboratorio PLAT
(1975-1982). Vista de su ubicación original. Museo Nacional Centro
de Arte Reina Sofía. Foto: Raúl Lorenzo Cano. © Archivo María
José Val del Omar & Gonzalo Sáenz de Buruaga
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Los últimos años de su vida, tras la
muerte de su esposa, se convertirá prácticamente en un asceta.
Cambiará de casa en Madrid, y se establecerá en un sótano donde
construirá PLAT: Pictórico-Lumínico-Audio-Tactil, es decir, su
laboratorio, el lugar en el que poner en práctica todos sus
experimentos cinematográficos, en el que además, vivirá
4. "Pretendo comunicar la
sensación insólita de estrenar sentidos."
Así es, porque el cine de José Val
del Omar está ideado para los sentidos y para los instintos. Sus
obras, pequeñas en cantidad pero grandes en importancia,
transcienden su propia época. Es el puente entre las vanguardias de
los años 20 y el nuevo cine underground de los años 60.
Sus cinegrafías más significativas
son las que componen el Tríptico Elemental de España: Aguaespejo
Granadino (1955), Fuego en Castilla (1960) y Acariño Galaico (1961).
Este tríptico debía ser precedido por Ojalá, en el que se
plantearían las claves para entender el conjunto de obras pero que
lamentablemente no llegó a realizar. Además, él mismo renunció a
finalizar Acariño Galaico dada la intensidad que había alcanzado en
su concepción. No será hasta años más tarde, en 1995, cuando
Javier Codesal decida reconstruir y acabar la obra siguiendo las
cintas y anotaciones que sobrevivían en su taller.
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José Val del Omar, Aguaespejo
granadino, 1953-1955, captura de película. Museo Nacional Centro de
Arte Reina Sofía. © Archivo María José Val del Omar & Gonzalo
Sáenz de Buruaga.
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El Tríptico Elemental es una
declaración de intenciones y el resumen visual de toda su teoría.
Imágenes que casi consiguen alcanzar las 3 dimensiones gracias a la
TactilVisión; sonidos diafónicos que rodean al espectador y lo
atrapan (obviamente, no perfectibles en las copias en vídeo), mezcla
de imágenes en color, blanco y negro, en negativo y positivo, que
desconciertan y evitan la narratividad; música tradicional como
flamenco o piezas de Falla, ruidos o solamente compás; poesía
propia o prestada por poetas como Lorca; personajes de la calle,
actores improvisados o esculturas de Berrugue o Juni; "elemental"
por los elementos que representaba cada uno de los documentales:
agua, fuego y barro o tierra (este último en Acariño Galaico
que primero quiso ser aire). Estos tres vórtices estaban destinados
a trazar un recorrido emocional por la península, de norte a sur (en
sentido inverso a su realización).
5. "El que ama, arde. Y el que
arde, vuela a la velocidad de la luz. Porque amar es ser lo que se
ama."
Val del Omar amó profundamente su obra
y también a su familia. Resultado de este amor son los documentales
en los que filmó escenas familiares llenas de ternura y cariño. El
beso que se da con su mujer en La Mayor Transferencia, es en mi
opinión, uno de los besos más bellos del cine. Miradas de
complicidad, risas nerviosas, abrazos, palabras que no escuchamos...
Es el beso que todos queremos recibir al menos una vez en la vida. Un
beso que desborda la pantalla y esta vez no por la técnica sino por
el amor que desprende.
Sin el apoyo de su familia, ni Val del
Omar ni su obra hubieran sobrevivido. El archivo creado por su hija
María José y su yerno, Gonzalo Sáenz de Buruaga, ha hecho
posible la difusión de su legado. Dicen que María José
sostuvo económicamente en muchas ocasiones los proyectos de su
padre, sus viajes a festivales, su vida, al fin y al cabo, ya que el
gobierno franquista le ignoró muy habitualmente, negándole un apoyo
que le resultaba indispensable para seguir investigando y creando.
Aún así, los éxitos cosechados por el cinemista no fueron pocos:
Festival de Cine Experimental de Bruselas 1953, Berlín 1956, Cannes
1958, Bilbao 1961 (Medalla de Plata), Concurso de CineExperimental de
la Universidad Autónoma de México 1960 (Primer Premio), Cannes 1961
(Mención de la Comisión Superior Técnica de la Cinematografía
Francesa), Melbourne 1962.
La exposición que puede visitarse en
LABoral, comisariada por Cristina Cámara conservadora de cine y
vídeo del MNCARS y gran conocedora de la obra del creador, estará
abierta hasta enero de 2016, y nos ofrece un recorrido por las piezas
de Val del Omar desde el concepto de mecamística. Quiere mostrarnos
sus inventos, su legado material pero sobre todo pretende
transmitirnos la parte más espiritual, mística y artística de su
obra. Esta muestra itinerante corresponde con lo expuesto en el Reina
Sofía desde 2012 en 6 de las salas dedicadas a la colección del
museo. En ella el visitante puede adentrarse en el fantástico mundo
de José gracias a las fotografías, collages, dispositivos,
manuscritos, películas y a la genial reconstrucción de su
laboratorio, PLAT.
Es una oportunidad única de acercarse
a este genio del arte del siglo XX, tan desconocido como brillante,
conociendo y re-conociendo su maestría. Si nunca habías oído
hablar de él, te entusiasmará porque a todos los que hemos llegado
a su obra, a él, nos ha hipnotizado. Si ya lo conocías, es una
ocasión perfecta para comprender mucho más de cerca la
transcendencia de todo lo que ingenió y quiso comunicar.
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José Val del Omar, Dibujo para los
títulos de crédito de Aguaespejo granadino, 1953-1955. Museo
Nacional Centro de Arte Reina Sofía. © Archivo María José Val del
Omar & Gonzalo Sáenz de Buruaga
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También puedes leer este artículo en la web de LABoral. En #LABlog.
1. Erice, Víctor, El llanto de las
máquinas. Ínnsula Val del Omar (Visiones en su tiempo,
descubrimientos actuales), coord. G. Saénz de Buruaga. Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, Semana de Cine
Experimental, Madrid, 1995.
2. Bonet, Eugeni. Amar : Arder.
Candentes cenizas de José Val del Omar. Revista Trafic, nº 34,
verano 2000.
3. Russo, Eduardo A. Conjeturas sobre
José Val del Omar El que ama, arde. De la pantalla al arte
transgénico, edición de Jorge La Ferla. Buenos Aires: Universidad
de Buenos Aires - Libros del Rojas, 2000.
4. Val del Omar, José. Sentimiento de
la Pedagogía Kinestésica (Sedimento emocional de mis experiencias),
junio 1932. Fuente: Gonzalo Sáenz de Buruaga / María José Val del
Omar (ed.), Val del Omar sin fin. Granada: Diputación de Granada,
1992.
5. Val del Omar, José. Manifiesto de
la Asociación Creyentes del Cinema, Madrid 1935. Fuente: Gonzalo
Sáenz de Buruaga / María José Val del Omar (ed.), Val del Omar sin
fin. Granada: Diputación de Granada, 1992.