Quizá sea el verano. Todo
es más lento, más leve, quizá no queremos pensar tanto. Hemos
pensado mucho durante el invierno y nuestras cabezas y cuerpos ya
están cansados. Necesitan un reset. Puede que sea por eso que desde
que hace calor las noticias en general, y las de museos en
particular, parecen escritas para personas que no les prestarán
demasiada atención. Para esas personas que durante el verano
apagan el cerebro y solo quieren beber mojitos, tomar el sol y llenar
Instagram de piestureo.
Será por eso, supongo, que
en verano los artículos sobre museos tratan por ejemplo de
rankings estúpidos (?) sobre la mejor institución en la que comer (o comprar) con un resultado, además, que no sorprende demasiado. ¿Hay algún problema con este artículo? Bien, en
principio no. Pero, ¿y si rascamos un poquito?
Que las instituciones
museísticas se preocupen por dar un buen servicio más allá de sus
propias salas no es un problema. Una biblioteca que permita el
acceso al público interesado, una buena librería en la que
encontrar libros específicos y originales, una cafetería donde
disfrutar de un descanso tras una visita que en muchos casos es
agotadora... Todo ello por supuesto es deseable e incluso
necesario. El problema comienza cuando en la librería, lejos de
encontrar ese catálogo de aquel artista que una vez expuso en el
museo pero que se editó solo en francés, o aquel otro con un carácter
didáctico que nos ayuda a explicar la exposición a una persona con
alzhéimer, lo que encuentras es un montón de llaveros, imanes,
lápices y posa-vasos con la cara de Picasso. Paraguas, chapas y
gomas de borrar fabricadas por algún niño chino que reproducen los
graciosos trazos de un señor llamado Miró. ¿Se han convertido las
tiendas de los museos en un lugar tan kitsch como cualquier tienda de
todo a un euro?
¿Y qué me decís de las
cafeterías/restaurantes? Menús por un ojo de la cara, todo muy
nouvelle cuisine, muy con los colores de Van Gogh, con los girasoles
de chocolate coloreado, llenos de personas (no todas, no siempre) que
en su vida pagarán la entrada por ver qué exposición temporal han
traído para estos meses. ¿Y dónde está el problema? Tal y como yo
lo veo, el museo no es un lugar solo y exclusivamente para el ocio o
para el turista. El museo es principalmente un servicio público y a
ese compromiso se debe. Me asusta muchísimo esta visión que se
pretende transmitir: el museo como lugar donde pasar el rato y que
además, te da estatus. El museo como centro comercial cool. Tiemblo
cuando me asalta la idea que en el siguiente ranking sobre las
exposiciones más visitadas el primer lugar lo ocupe aquella
itinerante de Cuarto Milenio.
http://www.informador.com.mx/cultura/2012/361124/6/la-gioconda-espanola-la-nueva-estrella-del-museo-del-prado.htm |
Podríamos pensar que
nuestros museos (ahora hablo solo de los españoles) están
escasísimos de presupuesto y que gracias a la tienda o la cafetería
pueden sacar un dinero extra... ¿Es cierto esto? Habría que
analizar caso por caso pero en muchas ocasiones, la gestión de
tiendas y cafeterías está externalizada por lo que el vender más o
menos no repercutirá directamente en el museo. ¿Cómo se
externalizan estos servicios? ¿Quienes pueden participar de la
convocatoria, si es que la hubiera? ¿Qué requisitos debe exigir la
institución?
Relacionado con esto,
aunque no directamente, me sorprende también mucho el color que está tomando el boom
tecnológico que hoy vivimos en estas instituciones. Es imposible
pensar en una de ellas que no ofrezca un app, un videojuego,
realidad aumentada, audioguías digitales. Sé bien de lo que hablo
pues, como sabéis, soy una de las autoras del Anuario AC/E de CulturaDigital, por lo que me he pasado unos buenos meses investigando
sobre ello.
http://blogs.cccb.org/lab/es/ |
La tecnología me parece
primordial hoy día en las instituciones. Su uso cambiará según
nuestra visión del museo, según la visión del que gestione el
museo. Pero entiendo la tecnología como una
herramienta de acercamiento y colaboración. De apertura, de hacer la institución un lugar más social. Aplicaciones que facilitan el disfrute a personas con
movilidad reducida o con problemas de visión, me parecen un gran
acierto. Sitios web que están creados para compartir experiencias,
conocimientos o saberes sobre las obras, la exposición o temas
afines, me parecen muy necesarios. Consiguen que la comunidad del
museo llegue a cualquier persona con conexión a internet. Una
comunidad que es más amplia que el museo mismo y que fomenta la
comunicación y la construcción común de herramientas y saberes.
Cuando veo que se lanzan apps que no aportan nada y que han costado
mucho me viene a la cabeza que pretenden lo mismo que un imán con la cara de
Picasso. Pero aún más guay porque es para iOS. Se consumen igual
que se consume un Big Mac. Se engullen.
Quizá habría que pararse
a pensar aunque sea verano: ¿por qué se quiere dar esa imagen de
los museos? ¿Por qué muchos museos se están rindiendo a este
punto parque de atracciones cool? ¿Por qué les dejamos (hablo de
museos públicos) cuando gestionan patrimonio de todos y la mayor
parte del presupuesto (si no todo) que reciben también lo es?
Quizá deberíamos exigir,
también por qué no, un periodismo cultural serio y comprometido.
Es verano, ya lo sé, pero
por pedir...